martes, 16 de diciembre de 2008

Día 54: cuando se combinan la estupidez y la codicia

Lo que está pasando con la economía se puede explicar interpretando el escándalo Madoff. Un abuelete de 70 años ha sido el artífice de una de las mayores estafas de la historia. Ríete ahora de los piratas de Somalia (que al menos le ponen un par de arrobas al realizar el abordaje de un petrolero del tamaño de dieciséis campos de fútbol): casi 40 mil millones de euros.

El pollo puso su nombre a una sociedad en 1960 (Bernard Madoff Investment Securities) y ha conseguido tomar el pelo a todos los que pintan algo en el sistema financiero: los gestores de fondos de primera fila, los principales bancos del mundo, sus propios auditores y, principalmente, al organismo regulador de los mercados financieros de la primera potencia mundial: el Securities Exchange Securities (SEC).

El modus operandi del amigo parte de algo que se denomina Split Strike Sonversion: se compran acciones de grandes compañías (las más líquidas) y a continuación, paralelamente, opciones de compra y venta de los mismos títulos (lo que permitía ganar tanto en mercados alcistas como bajistas). Hasta aquí nada extraño (otros lo hacen). La alta rentabilidad (entre el 10% y el 15%) tampoco era atípica. Lo que mosqueaba era que esa rentabilidad se mantenía incluso cuando los mercados iban a la baja (después de aparecer el marrón de las subprime y los primeros coletazos de la crisis).

El primer elemento de atracción era la alta rentabilidad “garantizada”. El segundo, la exclusividad. Solo podían entrar en el club los más selectos (a la señora que vendió un piso en el centro de Manhattan para el hijo de Madoff le negaron la entrada varias veces, a pesar de que ella utilizaba esa referencia). Madoff era miembro de los clubes de golf más exclusivos de Estados Unidos y asiduo de las principales estaciones de esquí del mundo (en realidad estos selectos clubes eran para Madoff únicamente “puntos de venta” para captar potenciales clientes.

No se puede decir que los clientes estafados fuesen pobres incautos analfabetos financieros. En la lista encontramos empresarios, financieros, directivos de las Fortune 500… El problema es que uno puede combinar una avezada inteligencia financiera con una estupidez sin igual.

La gran diferencia del modelo Madoff con respecto a otros era su sistema piramidal: pagaba a los inversores iniciales con los fondos de los nuevos clientes captados y así sucesivamente. Durante 30 años pudo mantener ese modelo, dando la rentabilidad prometida (incluso cuando la bolsa iba hacia abajo) gracias a que se amontonaban clientes que deseaban formar parte de dicho selecto club (sin preguntarse la verdadera solvencia del club al más puro estilo Groucho Marx). Además, cuando a uno le invitan a comer a un lugar tan selectivo manjares tan exquisitos, no considera necesario preguntar sobre la normativa higiénico-sanitaria que impera en las cocinas.

Pero he te aquí que llega la crisis; los inversores dejan de hacer cola; los fondos dejan de llegar; los antiguos inversores reclamaban la devolución de sus aportaciones; y el dinero (como suele suceder en estos casos) no aparece.




Y en España, las grandes fortunas no se libran. El fraude deja pequeño a los damnificados por los productos estructurados ligados a Lehman Brothers y ronda 8que se sepa) los 3.000 millones de euros.
Santander ha declarado una exposición de 2.330 millones de euros, de los que 2.010 millones corresponden a inversores institucionales y clientes. Eso es una entidad que vela por los intereses de sus clientes (aunque se podría añadir, como todas). Vamos, que no saben (ni quieren saber) donde meten nuestros dineros. De todas formas basta con echar la culpa al sistema regulatorio de Estados Unidos (la SEC que es el equivalente a la CNMV española). Al final la culpa siempre es de los americanos (¿qué sería del resto de la humanidad sin tenerlos a ellos para poderles echar la culpa?)
La SEC les investigó (y exoneró de toda irregularidad) ya en el 92. Algunas firmas de asesores financieros recomendaron a sus clientes que no le confiaran su dinero en 2000. Incluso en 2001 la revista financiera Barrons puso en duda estas jugosas rentabilidades. Pero el abuelo Madoff tenía fama de Robin Hood de los ricos. Además era famoso por su filantropía: ¿un señor tan fino que dona dinero a las monjas del Bronx, cómo iba a ser mala persona? El problema era que Robin de los bosques robaba a los ricos para dárselo a los pobres y Madoff robaba a los ricos para dárselo a los multimillonarios. Las grandes fortunas estaban en la base de la pirámide y sus beneficios se pagaban con las aportaciones de millonetis de nueva alcurnia (entre ellos algunos señores del ladrillo hispanos).