martes, 8 de septiembre de 2009

Día 330: casi un año de blog y esto solo acaba de empezar

Decidí arrancar este blog hace casi un año, después del verano (el martes 7 de octubre de 2008). Tras casi un año de reflexiones sabemos de de dónde venimos, pero ¿puede alguién saber hacia dónde vamos?

Llevo todo el verano (desde el 10 de junio) sin escribir en el Blog. No es que haya estado tres meses de vacaciones, sino que me he tomado un respiro para coger distancia, aclarar ideas y reflexionar, antes de volver a opinar sobre la crisis. Un alumno me dijo antes de las vacaciones que éstas me vendrían bien y que seguro que al volver no sería tan pesimista.

Siento desilusionarle. Cierto es que durante estos tres meses no he escrito sobre la crisis, pero no he parado de reflexionar sobre ella. He realizado dos viajes a Estados Unidos, por diferentes Estados, y lo que he visto en las calles, en los centros comerciales, conversado con colegas, etc. solo ha servido para reforzar mis pensamientos previos. Lo peor está por llegar.

Antes del verano utilicé la metáfora del ojo del huracán. El riesgo de que la segunda parte de esta crisis sea peor que la primera, es patente (el profesor de New York University, Nouriel Roubini, habla de “double-dip recession”. A pesar de los tres meses de verano, vuelvo a insistir en algunas de las cuestiones que comentaba tiempo atrás. Los verdaderos problemas que han generado esta crisis, no han sido solventados.

Antes del verano el Ministro de Trabajo dijo que en España nunca se llegaría al 20% de paro. Esta semana ha reconocido que superaremos esa cifra. Una vez más (y van unas cuántas) la política del “donde dije digo digo Diego”). Además, tal y como muchos nos teníamos, después del verano nos subirán los impuestos. Pagaremos el pato sobre todo las familias que hemos ido ahorrando unos eurillos, porque parece claro que subirán los impuestos a las rentas del capital.

Tal y como decíamos en junio, esa tasa de paro va a generar unas consecuencias desastrosas para la maltrecha economía española: el consumo, que ahora está por los suelos, descenderá hasta el subsuelo; la tasa de morosidad bancaria seguirá creciendo; la capacidad de los bancos para seguir prestando (y reactivar así el consumo de las empresas y particulares) se mermará aún más.
No se ha tomado ni una sola medida efectiva para solucionar la crisis (nadie plantea serias reformas estructurales) y las que se toman siguen siendo, desde mi punto de vista, las contrarias a las que se debieran tomar. En lugar de recortar gastos y recortar el déficit, se deja que éste cabalgue hasta límites insospechados hace unos años (y cuyas consecuencias pagaremos a lo largo de mucho tiempo). En lugar de estimular el consumo, se opta por la subida de impuestos. Y, de momento, ni una sola medida para atajar el verdadero problema de nuestra economía: su falta de competitividad (algo de lo que muchos llevamos hablando mucho tiempo pero que las cifras reales, distorsionadas por el efecto del ladrillo, no dejaban ver).

La recuperación económica llegará cuando mejore la productividad. Ello puede suponer dos cosas: hacer lo mismo con menos; o hacer más con lo mismo. En el primero de los casos, el problema seguiría siendo el paro. La necesaria mejora de la productividad de nuestras empresas pasaría por optimizar sus recursos y poder hacer lo que se hacía antes de la crisis, pero con menos. El segundo de los casos (el que plantea recuperar los puestos de trabajo perdidos) exigiría hacer mucho más de lo que se hacía hasta la fecha y al mismo tiempo ser capaz de venderlo (con el consumo interno por los suelos y grandes deficiencias a la hora de salir a vender nuestros productos a las economías emergentes que tirarán de la recuperación –China, India…- esta segunda opción queda hoy por hoy muy lejos de nuestro alcance).

El Gobierno prepara una Ley sobre Economía Sostenible. No puedo manifestar mi opinión sobre la misma porque de momento no han dicho nada (o lo poco que han dicho sobre ella equivale a nada). Pero estoy deseando ver qué conejo saca Zapatero de la chistera para conseguir un nuevo modelo productivo para nuestro país que vuelva a generar empleo para las 5.000.000 de personas que antes trabajaban en el ladrillo, el turismo barato, las fábricas de automóviles, de electrodomésticos y otros sectores que han traccionado del empleo en los diez últimos años y que (como avisábamos hace unos años) se han agotado.

O cambiamos el modelo productivo (innovación radical) o nos hemos de acostumbrar a imaginar un país con el 20% de paro para toda la próxima década. Pero un modelo productivo no se puede cambiar a golpe de Ley. ¿Quién cambia el modelo productivo?

Ni los políticos, ni los bancos, ni los sindicatos. Lo cambian esos individuos que tanto han sido denostados este verano: los empresarios. Un nuevo modelo productivo requiere inventar nuevos sectores. Esos nuevos sectores requieren nuevas empresas (competitivas, productivas) que generen nuevos empleos. Y para crear empresas hacen falta empresarios. No solo ellos, pero sobre todo ellos, son los que saben cómo crear ese nuevo modelo productivo. Pero parece que sus ideas no gustan al Gobierno ni a los sindicatos y se les aparta del diálogo social (y algunos además se dedican a menospreciarlos).

Pero no solo hacen falta empresarios; necesitamos nuevos empresarios (con estilos de dirección diferentes, estructuras organizativas avanzadas –innovación en procesos, innovación en relaciones) y personas trabajadoras con nuevas capacidades. Y todo ello no se consigue ni en un año ni en cinco. Precisamos al menos una década. No se puede pasar del ladrillo a la biotecnología en doce meses, ni del chiringuito de playa a los videojuegos en 3D de la noche a la mañana.
El país necesita una innovación radical en todas sus estructuras: desde la educación hasta la política. Cuanto más tardemos en afrontar ese cambio, más sufriremos.