El 2008 ha sido un mal año para muchos. A pesar de que la economía mostraba signos de la debacle hace ya algo más de un año, la mayoría de las empresas seguía mirando su cuenta de resultados, sus pedidos, su carga de trabajo…y pensaban que la fiesta no iba con ellos. Que era cosa de los bancos americanos, de las inmobiliarias, etc. Pero después de verano comenzaron a notar un deterioro progresivo de sus cifras (ingresos, ventas, pedidos, impagados, liquidez…) y el balance final del año fue, para muchos decepcionante.
Pero vuelvo a insistir (aún a fuerza de resultar un pesado): los balances de 2008 de las empresas (de la mayoría) no reflejan ni el 10% de los efectos de la crisis. Esto no acaba más que de empezar y lo peor, no solo está por llegar, sino que va a ser peor de lo esperado. Es un Katrina económico, no el tsunami de Tailandia; no es una ola que vaya a llegar, arrasar con todo y pillar a las empresas desprevenidas. Es como ese huracán que se ve como se forma lentamente en el Atlántico y se realiza un seguimiento del mismo en su lento pero firme avance hacia las calientes aguas del Golfo de México donde la entrada en contacto con las mismas provoca su enfurecimiento mientras los expertos avisan con antelación sobre el momento, el punto exacto y la fuerza con la que contactará cuando llegue a tierra.
El Katrina económico se ve venir, y muchos siguen en la playa tomando el sol como si nada estuviera pasando. Otros se limitan a observar preparados. Y unos pocos precavidos aprovechan el tiempo para prepararse a fondo para su paso.
Las primeras lluvias fuertes han llegado a final de año: caída espectacular de las ventas de coches, de las ventas de pisos, aumento progresivo de los ERE´s, etc. Y poco a poco el huracán se acerca a nuestras costas (y será mayor de lo previsto, avisa el meteorólogo Almunia desde el observatorio de Bruselas).
Y, ¿qué se puede hacer para luchar contra el enfado de la naturaleza? Preguntan algunos. Nada. Nadie puede evitar un huracán, ni desviarlo. Ni los ciudadanos, ni las empresas, ni los gobiernos. Lo mismo sucede con la crisis: ni Obama puede frenarla. El menos Obama puede evitar los errores de Bush en New Orleans cuando llego el Katrina. Los gobiernos puedn tomar medidas para que los ciudadanos y empresas padezcan lo menos posible cuando la crisis comience a golpear con fuerza.
Pero sobre todo es uno mismo el que tiene que ponerse a buen recaudo cuando llega el huracán. ¿Qué podemos hacer las empresas? –me preguntan muchos. Simplemente esperar a que amaine el temporal –dicen otros.
Hay muchas cosas que se pueden hacer (aunque cada vez queda menos tiempo para la llegada del huracán y se reduce el margen de maniobra). La clave reside en la “estrategia bambú”. Conocemos el bambú por su resistencia y flexibilidad. Pero esos no son los únicos valores de esta subfamilia de las gramíneas o poaceaes (aunque si los más conocidos) que se pueden asociar con la estrategia. Algunas especies de bambúes son las plantas terrestres conocidas de crecimiento más veloz (se observan bambúes que crecen 1 metro en 24 horas). En base a estas peculiares propiedades construimos lo que denominamos una estrategia “bambú”: resistente, flexible y veloz. Lo que requiere una organización en las actuales circunstancias.
Para resistir las organizaciones han de manejar muy bien su liquidez; controlar excepcionalmente sus gastos; acordar reducciones temporales de salarios; estudiar posibilidades de fusión; ¡Es un huracán amigo mío! Un fenómeno excepcional requiere medidas excepcionales.
1 comentario:
Hola, felicidades por tu blog.
muy buenos los temas que se leen aqui.
Saludos,
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