jueves, 26 de febrero de 2015

Mariano, el taxista.

“¡Cuidado! ¡Eres un taxista!”. Mis alumnos me han escuchado en varias ocasiones lanzar esta advertencia a aquellas personas que llevan décadas sin cambiar su modelo de negocio.

Es uno de mis recuerdos de la infancia. La primera vez que recuerdo montar en un taxi, a principios de los 70. Un imponente SEAT 1500 negro con la franja rojiblanca de los colores de la bandera de Bilbao en su puerta. Lo que más me entusiasmó fue el taxímetro: una enorme caja metálica en la que los números de  los céntimos (de peseta) avanzaba a medida que recorríamos las calles de la ciudad.

Han pasado más de 40 años y los taxis siguen siendo iguales (bueno, en realidad en mi ciudad ahora son blancos). No han cambiado un ápice su modelo de negocio. Un señor conductor adquiere una licencia (que eso de las licencias daría para otro post) y con su vehículo recorre las calles mientras el taxímetro (ahora digital) avanza sin remedio. Un servicio que presenta (bajo mi personal punto de vista) grandes deficiencias. Hay ciudades en la que los taxis son antiguos, pequeños (vas a meter tu equipaje en el maletero y lo tienes lleno de trastos, que si un cubo, limpiacristales, trapos…), los taxistas no te dan u nivel de servicio acorde con lo que pagas y algunos de ellos son realmente antipáticos (cuando me recogen en el aeropuerto para llevarme a casa o a mi oficina en el Parque son trayectos muy cortos y me lanzan miradas desagradables, cuando no algún improperio), ninguno me pregunta si quiero escuchar la emisora de radio que tienen puesta (nunca me han preguntado si deseo escuchar una emisora en concreto) y me tengo que tragar una tertulia sobre el equipo de fútbol de su ciudad y la lesión en los isquiotibiales de un medio punta del cual no he oído hablar en mi vida (que dicho sea de paso me importa un carajo) o escuchar coplas (cuando no con el acompañamiento a capela del subsodicho). En algunos taxis la limpieza brilla, por su ausencia.; en otros me dicen que suba la ventana….

Vamos, que al margen de no haber cambiado un milímetro su modelo de negocio el servicio deja en algunas ocasiones, mucho que desear. Y es entonces cuando llega Uber y se lía la marimorena, los taxistas bloquean con sus coches las principales arterias de la ciudad (tocándonos la bocinas al resto de ciudadanos) exigiendo al poder, sea político o sea judicial, que acabe con los usurpadores. Y una vez que han conseguido ganar la primera batalla, a seguir como si nada, ignorando que la guerra la tienen ya perdida. Es lo que pasa si no cambias tu modelo de negocio: otro lo hará por ti y ese día estás acabado.

Son muchos “los taxistas” que andan por ahí sueltos. Negocios que cierran culpando a la crisis, cuando los verdaderos culpables  son ellos por no haber cambiado su modelo de negocio desde hace décadas. Escuchar al propietario de un videoclub decir que ha cerrado por la crisis tiene tela.  O al de un bingo. Mientras crecían los Youtube y el juego online, ¿en qué pensaban muchos empresarios del sector? Unos “taxistas”.

Y el “taxista” mayor del reino se llama Mariano. De apellido Rajoy. Sigue gestionando su partido como si nada hubiera cambiado. Una macroestructura plagada de chupópteros, lameculos y corruptos desde la concejalía de un pequeño pueblo hasta los despachos de una sede reformada con dinero B. Alcaldes y ex presidentes autonómicos enchironados  y ex tesoreros haciendo bajadas por Baqueira. Y el taxisa Mariano impertérrito. Sin enterarse de que más allá de Génova y Moncloa la gente está hasta la coronilla no, lo siguiente.

Dicen algunos que asistimos al fin del bipartidismos. Se equivocan. Asistimos al fin de los partidos tal y como los hemos conocido. Ya es demasiado tarde. Hemos vivido una crisis, un 15M y quince mil casos de corrupción. La sociedad ha elevado su voz por activa y sobre todo por pasiva, pero los dirigentes de los partidos cásicos no se han enterado. PP, PSOE, CIU, PNV….todos son “taxistas”. No han querido cambiar su modelo de negocio (porque han vivido de cine con él) y han llegado otros que lo harán por ellos.

Ayer asistimos al “otro debate sobre estado de la nación”. Pablo Iglesias y Albert Rivera respondían a Rajoy desde su propia tribuna porque son fuerzas “extraparlamentarias”. El debate sobre el estado de la nación tuvo una audiencia de poco más del 2%. La entrevista a Pablo Iglesias esa misma noche el Telecinco superó el 20%.

¿Y cómo reaccionan los “taxistas”? No recuerdo quien ha sido el majadero que ha dicho que la voz del pueblo reside en la cámara y no en los platós de televisión o en las redes sociales.  Alguien que sin duda no se entera de qué va la fiesta. Otro dinosaurio que se extingue es nuestro sistema de representación. Llamarnos a urnas una vez cada cuatro años para elegir a unos representantes que solicitan nuestro voto en base a un programa que al día siguiente comienzan a pasarse por el forro de los pantalones, ¿es democracia? ¿la voz del pueblo es la que estaba representada ayer en el arcaico Congreso de los Diputados? Casi todo lo que sucedía allí era caduco, trasnochado e irreal (solo se salva el Candy Crush de Villalobos) La voz del pueblo la escuchamos en las cafeterías, en los estadios, en las redes sociales, en los blogs, en las aulas….y lo que la gente dice es que está hasta las pelotas de los políticos . El hábilmente acuñado concepto “casta” es un sentimiento que se extiende tanto por la derecha como por la izquierda. Imparable.

El verdadero debate sobre el estado de la nación no se celebró en la Carrera de San Jerónimo. Porque no se puede debatir sobre el estado de la nación cuando las dos fuerzas que van a dar café con leche a los jurásicos PP-PSOE no están presentes.


No es le fin del bipartidismo. Es el fin de una casta que se extingue a golpe de twit.

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