No toca debatir sobre los valores morales de los mercados. Sería un debate apasionante, ilustrativo, enriquecedor, pero, sobre todo, un largo debate. Aquellos que quieren centrar ahora la discusión en este punto están desenfocando el debate.
La cuestión no es saber quiénes son los mercados, cuáles son sus intereses o si están o no legitimados para marcar las pautas políticas en un país. La cuestión es que España necesita a los mercados. Un país que ingresa menos que lo que gasta necesita emitir deuda; y eso exige que alguien la compre; y ese alguien se llama “mercado”. Cuando una pequeña empresa necesita un crédito para sobrevivir y el banco le marca unas exigencias muy duras (diferenciales elevados, avalistas, domiciliación de nóminas, seguros del hogar, de vida, que haga el pino con una mano mientras con la otra sujeta las páginas amarillas…) o simplemente le deniega el crédito, no conduce a nada ponerse a criticar en voz alta al sistema bancario; lo más inteligente en esos casos es ponerse a trabajar para que el banco reconsidere su decisión o suavice sus exigencias.
En estos momentos en los que la situación es extremadamente delicada resulta inútil establecer el epicentro del debate en los valores morales de los mercados y su legitimidad para marcar las pautas del desarrollo político y social de un país. Lo que procede es ponerse a trabajar para que estos mercados sigan prestando dinero a un país que lo necesita (y ellos saben que lo necesita).
La situación de España, si bien es crítica, tiene una solución muy sencilla. La receta para recuperar la salud de nuestro país solo tiene un medicamento que se encuentra a nuestro alcance: aplicar reformas sin mayor dilación. No tomar ahora un jarabe que nos puede dejar un regusto amargo en el paladar puede suponer tener que pasar todos los días por el practicante para que nos clave cinco centímetros de acero en nuestras nalgas cada mañana. Y si nos dan miedo las inyecciones siempre podemos esperar hasta que no quede otro remedio y tengamos que pasar por el quirófano. Entre la anestesia, los puntos de sutura, una larga convalecencia y el jarabe amargo, me quedo con el jarabe mil veces de cada mil.
¿En qué consiste esa sencilla receta que resolvería nuestros problemas más graves a corto plazo? Un jarabe con seis ingredientes: laborinina, financianona, ladrillolina, ajusteotón, pensionona y empleonina.
En primer lugar, doscientos miligramos de “laborinina” para subsanar las deficiencias de nuestro mercado laboral. Esencialmente las deficiencias que más molestan a los mercados: la negociación colectiva, la rigidez de nuestro mercado, los problemas de movilidad, etc. Cierto; se trata de renunciar a derechos. Todo un dilema elegir entre renunciar a derechos para conseguir financiación o renunciar a la financiación y continuar con nuestros derechos. Personalmente, puedo imaginar un país sin negociación colectiva y con menores indemnizaciones por despido; pero no puedo imaginar un país sin liquidez para pagar pensiones, inversiones, sueldos de funcionarios y la deuda de sus acreedores. Renunciar a derechos de los trabajadores puede suponer retroceder 20 años en el tiempo. Renunciar a la financiación de los mercados supondría retroceder 50 años.
En segundo lugar, seguiremos bajo la sombra de la sospecha mientras no revelemos el verdadero estado de salud de nuestro sistema financiero (una dosis de “financianona”). Uno de los problemas de Zapatero es que anuncia medidas y luego se olvida de ellas; o las aplica sin convicción; o a un ritmo demasiado lento (para los tiempos que corren). Un ejemplo es la reestructuración de las cajas de ahorros. El proceso comenzó hace año y medio y ahí sigue; pegó un arreón antes de verano (con la anterior crisis de la deuda) y luego volvió a ralentizarse. El mensaje de los mercados es claro: culminen ese proceso ¡ya! Los planes hablaban de reducir un 30% el número de oficinas y llevamos en año y medio una reducción de ¡solo el 5%! Ello supondría perder miles de empleos ¡solo porque lo exijan los canallas de los mercados! Una vez más hemos de elegir entre perder hoy unas decenas de miles de puestos de trabajo en la banca o continuar con cinco millones de parados durante una década. Sin liquidez internacional los bancos seguirán comprando la deuda española que nadie fuera quiere comprar; y mientras los bancos dedican sus limitados recursos a comprar deuda, no habrá crédito para las PYMES, se frenará la inversión y no se creará empleo.
Tercer problema: El crédito vinculado al ladrillo (promotores) supera los 300.000 millones de euros; ha crecido un 3,6% desde 2008; y se considera ya un 11% del mismo como “préstamos dudosos”. No es suficiente con acelerar la reconversión del sistema financiero. Seguiremos bajo la sombra de las sospecha mientras no aflore la realidad sobre el impacto del estallido de la burbuja inmobiliaria en los balances de los bancos (“ladrillolina”). Son cientos de miles de pisos, naves industriales, suelo edificable…que reflejan un valor contable diferente al valor de mercado. Yo puedo decir que mi casa vale un millón de euros pero si nadie está dispuesto a pagarlos, ¿cuánto vale realmente mi casa? El precio de mercado es el máximo precio que un cliente está dispuestos a pagar por mi casa. El precio de mercado de las propiedades inmobiliarias de los españoles es, en el mejor de los casos, un 20% menor que el precio que esos propietarios consideran vale su casa. Y lo mismo en el caso de los bancos. Las entidades financieras no pueden seguir manteniendo precios artificiales y han de reconocer la depreciación de sus activos inmobiliarios (y consecuentemente las pérdidas que hasta ahora se han ocultado). Hemos visto que la auditoría de Cajasur (adquirida por BBK) ha revelado unas pérdidas 4 veces superiores a las declaradas. ¿Está siendo España atacada como parte de una maniobra orquestada para desmoronar la Unión Europea mediante el hundimiento del euro para sustituirlo por chapas de chorizo y convertir a Europa en un Imperio Porcino gobernado desde Rusia? ¿O realmente crece nuestro diferencial por la desconfianza que genera en los mercados que, de la noche a la mañana, las pérdidas de una caja se multipliquen por cuatro; o que únicamente se hayan cerrado en año y medio el 5% de las oficinas, no se haya realizado un ajuste en los puestos de trabajo, no se quiera hablar de la reforma de pensiones, etc?
Cuarto problema: los mercados no se creen que España consiga contener su déficit porque, ¿qué es España? Ya comenté hace un par de años en otro post lo caro que nos iba a salir el desmesurado desarrollo autonómico. Pero ahora el problema no es político, ni histórico, ni social. La realidad es que pocos ven al gobierno de la nación capaz de meter en cintura a todos los gobiernos de la nación. Muchos consideran una quimera reducir el déficit al 6% en 2011 cuando una parte de ese ajuste corresponde a unas Comunidades Autónomas ¡que tienen elecciones en mayo de 2001! ¿Qué Virreyezuelo autonómico va a recortar el gasto púbico, liquidar empresas públicas, congelar el salario de sus funcionarios, despedir trabajadores o reducir el presupuesto de su televisión pública, cuando los ciudadanos tienen que votar dentro de unos meses? Hasta junio no habrá recorte; después, vaya usted a saber. Madrid, La Rioja y Galicia son las únicas que se lo han tomado en serio (cumplen el objetivo de déficit fijado por el Gobierno para el 2009). Sólo seis gobiernos autónomos presentan su ejecución presupuestaria mes a mes (como hace el Gobierno). La escasa transparencia del resto, genera desconfianza en los mercados. Lógico, ¿no? Más allá de las autonomías tenemos el caso de los Ayuntamientos. El mensaje de Gallardón esta semana ha sido claro: todo vale para no empeorar las cifras; aunque sea creatividad contable. El ayuntamiento de Madrid se vende Mercamadrid a sí mismo a través de una empresa pública controlada por el propio Ayuntamiento. El municipio madrileño tiene una deuda de más de 7.000 millones y el gobierno no le deja endeudarse más; como el Alcalde no tiene dinero para pagar a sus proveedores y no puede incrementar la deuda pública, vende una parte de sus activos a una empresa pública que si puede pedir créditos; doscientos millones de euros que suponen “ingresos” para las arcas públicas del consorcio madrileño. Luego la gente se sorprende cuando desde el mundo se mira a España con desconfianza (ven un lazarillo de Tormes en cada gobernante)
Quinto problema: las pensiones. Es otro ejemplo de la poca credibilidad de nuestros gobernantes. Dice en 2009 que no se tocarán las pensiones y sube nuestro diferencial; anuncian en enero de 2010 una reforma y los mercados se relajan; no vuelven a hablar de la reforma hasta que de nuevo llega la presión exterior. ¿Son los mercados los malos de la película? ¿O realmente somos nosotros los que no transmitimos la seriedad que la situación requiere? Vale. La reforma de las pensiones no va a solucionar los problemas de competitividad que tiene España, ni reducir el paro, ni hará crecer nuestro PIB. Pero es una reforma absolutamente necesaria de cara al futuro: la hemos de hacer hoy o mañana; pero hemos de hacerla. ¿Por qué hoy? Simplemente porque hemos dicho que vamos a hacerla y si la continuamos postergando nuestra imagen de país serio (solvente) se ve afectada. Los mercados no entienden de Pactos de Toledo y cosas de esas. Quieren gobernantes resolutivos.
Sexto problema: ¿cómo no van a estar los mercados asustados cuando se habla de un país que es una de las 10 potencias económicas mundiales y tiene un 20% de paro? Esa cifra, más allá del Pirineo y al otro lado del Atlántico, simplemente acojona. Las familias españolas están endeudadas hasta las cejas (casi un 90% del PIB), una de cada cinco personas que desea trabajar no puede hacerlo, el país no demuestra capacidad para crecer y generar empleo, el déficit público pone en peligro seguir pagando a quiénes finalizan su derecho a prestaciones… El impacto sobre la morosidad será directo (hasta ahora permanece contenido, en un 5,4%) pero, sobre todo, tarde o temprano se incrementarán las movilizaciones sociales.
Sin reformas de calado en el mercado laboral, sin finalizar el proceso de restructuración de las cajas, sin reforma de las pensiones, sin asumir el verdadero impacto de la crisis del ladrillo y sin políticas innovadoras que generen empleo, 2011 va a ser un año que figurará para siempre en los anales de nuestra larga historia, compartiendo espacio con los almanaques de 1936, 1998, 1808…