“¡Cuidado! ¡Eres un taxista!”. Mis alumnos me han escuchado
en varias ocasiones lanzar esta advertencia a aquellas personas que llevan
décadas sin cambiar su modelo de negocio.
Es uno de mis recuerdos de la infancia. La primera vez que
recuerdo montar en un taxi, a principios de los 70. Un imponente SEAT 1500
negro con la franja rojiblanca de los colores de la bandera de Bilbao en su
puerta. Lo que más me entusiasmó fue el taxímetro: una enorme caja metálica en
la que los números de los céntimos (de
peseta) avanzaba a medida que recorríamos las calles de la ciudad.
Han pasado más de 40 años y los taxis siguen siendo iguales
(bueno, en realidad en mi ciudad ahora son blancos). No han cambiado un ápice
su modelo de negocio. Un señor conductor adquiere una licencia (que eso de las
licencias daría para otro post) y con su vehículo recorre las calles mientras
el taxímetro (ahora digital) avanza sin remedio. Un servicio que presenta (bajo
mi personal punto de vista) grandes deficiencias. Hay ciudades en la que los
taxis son antiguos, pequeños (vas a meter tu equipaje en el maletero y lo
tienes lleno de trastos, que si un cubo, limpiacristales, trapos…), los
taxistas no te dan u nivel de servicio acorde con lo que pagas y algunos de
ellos son realmente antipáticos (cuando me recogen en el aeropuerto para
llevarme a casa o a mi oficina en el Parque son trayectos muy cortos y me
lanzan miradas desagradables, cuando no algún improperio), ninguno me pregunta
si quiero escuchar la emisora de radio que tienen puesta (nunca me han
preguntado si deseo escuchar una emisora en concreto) y me tengo que tragar una
tertulia sobre el equipo de fútbol de su ciudad y la lesión en los
isquiotibiales de un medio punta del cual no he oído hablar en mi vida (que
dicho sea de paso me importa un carajo) o escuchar coplas (cuando no con el
acompañamiento a capela del subsodicho). En algunos taxis la limpieza brilla,
por su ausencia.; en otros me dicen que suba la ventana….
Vamos, que al margen de no haber cambiado un milímetro su
modelo de negocio el servicio deja en algunas ocasiones, mucho que desear. Y es
entonces cuando llega Uber y se lía la marimorena, los taxistas bloquean con
sus coches las principales arterias de la ciudad (tocándonos la bocinas al
resto de ciudadanos) exigiendo al poder, sea político o sea judicial, que acabe
con los usurpadores. Y una vez que han conseguido ganar la primera batalla, a
seguir como si nada, ignorando que la guerra la tienen ya perdida. Es lo que
pasa si no cambias tu modelo de negocio: otro lo hará por ti y ese día estás
acabado.
Son muchos “los taxistas” que andan por ahí sueltos.
Negocios que cierran culpando a la crisis, cuando los verdaderos culpables son ellos por no haber cambiado su modelo de
negocio desde hace décadas. Escuchar al propietario de un videoclub decir que
ha cerrado por la crisis tiene tela. O
al de un bingo. Mientras crecían los Youtube y el juego online, ¿en qué
pensaban muchos empresarios del sector? Unos “taxistas”.
Y el “taxista” mayor del reino se llama Mariano. De apellido
Rajoy. Sigue gestionando su partido como si nada hubiera cambiado. Una
macroestructura plagada de chupópteros, lameculos y corruptos desde la
concejalía de un pequeño pueblo hasta los despachos de una sede reformada con
dinero B. Alcaldes y ex presidentes autonómicos enchironados y ex tesoreros haciendo bajadas por Baqueira.
Y el taxisa Mariano impertérrito. Sin enterarse de que más allá de Génova y
Moncloa la gente está hasta la coronilla no, lo siguiente.
Dicen algunos que asistimos al fin del bipartidismos. Se
equivocan. Asistimos al fin de los partidos tal y como los hemos conocido. Ya
es demasiado tarde. Hemos vivido una crisis, un 15M y quince mil casos de
corrupción. La sociedad ha elevado su voz por activa y sobre todo por pasiva,
pero los dirigentes de los partidos cásicos no se han enterado. PP, PSOE, CIU,
PNV….todos son “taxistas”. No han querido cambiar su modelo de negocio (porque
han vivido de cine con él) y han llegado otros que lo harán por ellos.
Ayer asistimos al “otro debate sobre estado de la nación”.
Pablo Iglesias y Albert Rivera respondían a Rajoy desde su propia tribuna
porque son fuerzas “extraparlamentarias”. El debate sobre el estado de la nación
tuvo una audiencia de poco más del 2%. La entrevista a Pablo Iglesias esa misma
noche el Telecinco superó el 20%.
¿Y cómo reaccionan los “taxistas”? No recuerdo quien ha sido
el majadero que ha dicho que la voz del pueblo reside en la cámara y no en los
platós de televisión o en las redes sociales.
Alguien que sin duda no se entera de qué va la fiesta. Otro dinosaurio
que se extingue es nuestro sistema de representación. Llamarnos a urnas una vez
cada cuatro años para elegir a unos representantes que solicitan nuestro voto
en base a un programa que al día siguiente comienzan a pasarse por el forro de
los pantalones, ¿es democracia? ¿la voz del pueblo es la que estaba
representada ayer en el arcaico Congreso de los Diputados? Casi todo lo que
sucedía allí era caduco, trasnochado e irreal (solo se salva el Candy Crush de
Villalobos) La voz del pueblo la escuchamos en las cafeterías, en los estadios,
en las redes sociales, en los blogs, en las aulas….y lo que la gente dice es
que está hasta las pelotas de los políticos . El hábilmente acuñado concepto “casta”
es un sentimiento que se extiende tanto por la derecha como por la izquierda.
Imparable.
El verdadero debate sobre el estado de la nación no se
celebró en la Carrera de San Jerónimo. Porque no se puede debatir sobre el
estado de la nación cuando las dos fuerzas que van a dar café con leche a los
jurásicos PP-PSOE no están presentes.
No es le fin del bipartidismo. Es el fin de una casta que se
extingue a golpe de twit.